domingo, 31 de agosto de 2008

2. Contactos II

Sin otra cosa que hacer en el despacho decidí salir a dar una vuelta. Betty había acabado de arreglarse las uñas y había empezado con las pestañas. Decidí no decirle nada y salí sin hacer ruido; es mejor no interrumpirla cuando está inmersa en tan delicado trabajo. Quizá Betty era incapaz de ordenar unas hojas numeradas del uno al dos, pero era capaz de conseguir que sus pestañas parecieran obra de dios si se le daban un par de horas.


Cuando salí a la calle llamé a un taxi.

 ¿Dónde?

 A la Benet Corporation.


El coche arrancó suavemente deslizándose por la calzada con la misma tranquilidad de una bailarina entre los brazos de un par de maricas. Me había subido en el único taxi con respeto a la vida ajena de la ciudad. Cuarenta minutos después para recorrer seis manzanas, bajé del coche. Ante mí, la Benet Corporation. Era el tercer edificio más alto de la ciudad. Un monstruo de metal, acero y cristal coronado por un desfasado acabado art decó. Me acerqué a la entrada. Un portero extendió el brazo.


 ¿Dónde va?

 Quería entrar.

 ¿Por qué?

 Tengo una cita.

 ¿Con quién?

Me la jugué.

 Con la señora Ann Cummings. Tengo cita con el abogado que trabaja para ella.

Me miró como se mira a un negro en Alabama.

 Puede pasar. Piso veinticinco. Para usted no funciona el ascensor.


Hay que reconocer que tengo un magnetismo especial con las personas. Suelo provocar un odio enfermizo en cualquier forma de autoridad, aunque esta autoridad esté representada por un gilipollas vestido de rojo y con una gorra que no llevaría ni mi abuela cuando la tenían secuestrada los amish verdaderos, que en paz descanse.

Subí los veinticinco pisos a pie. Mi amigo de la puerta había avisado a su amigo del ascensor y para mí estaba estropeado. Como no me apetecía dejar a nadie huérfano decidí comportarme como un cobarde y subir a pie.

Doce cigarrillos después, estaba delante de las puertas de las oficinas de Ann Cummings, también conocida como Diane Tremayne. Me puse unas gafas de pasta que siempre me hacen parecer inofensivo a los ojos de las mujeres y entré. La oficina era el típico despacho cuya decoración había provocado más suicidios que la muerte de Rodolfo Valentino. Algunas mesas, todas vacías, una máquina de agua y en un pequeño rincón una máquina de café con algo de agua corrompida para hacerse un buen reconstituyente. Eran unas oficinas de interior por lo que la luz era mortecina, aburrida y ayudaba a sentirse miserable y sin ganas de vivir. Solo había una muchacha. Supuse que era la recepcionista.


 Buenos días  dije con mi mejor voz.

 Buenos días, desconocido.


Una preciosa voz de una preciosa muchacha de veinte años. De pelo negro y ojos verdes. Labios carnosos y la mirada de alguien que ha vivido más de lo que le supondría el jersey hasta el cuello y la crucecita que le caía sobre unos pechos bíblicos que podrían haber competido con los de la mismísima virgen María.


 Estaba buscando a la señora Ann Cummings.

 Lo siento mucho, sr…

 Finlay.

 Hoy es el día de la amistad.

 ¿El día de la amistad?

 Un día al mes la señora Cummings se va con todos sus empleados y su sobrino a un picnic de amistad. Por un día dejan de ser solo compañeros de trabajo y pasan a ser amigos, comen sobre un gran mantel en el parque, juegan a golpear la piñata, a pelota, a la botella…

 Suena tan…

 Repulsivo.

Sonrió de forma pícara y se mordió ligeramente el labio.

 ¿Y tú qué haces aquí?

 Aburrirme.

 ¡Qué pena!

 La oficina no puede quedarse sola. Alguien tiene que atender a los desconocidos y decirles que vuelvan mañana.

 Pero supongo que sí saldrá a tomar algo a media mañana.

 Solo si tengo buena compañía.

 ¿Y dónde podría encontrar esa compañía, srta…?

 Adriana. Creo que muy cerca.

Cuatro cigarrillos y seis orgasmos después abandonamos el cuarto de las escobas. Mientras Adriana se ajustaba las medias me preguntó si la llamaría algún día. Le dije que claro, que lo diera por supuesto.


 Espero que no te vayas a enamorar de mí. A mi novio no le haría gracia.

 No lo creo, tranquila.

 Pues nos vemos un día de estos.

 Tenlo por seguro.


Se puso de puntillas y me dio un pequeño beso en los labios. Se acabó de ajustar la falda y volvió a la oficina moviendo ese pequeño trasero que minutos antes había estado en mi boca.

Bajé los veinticinco pisos y salí a la calle descargado y extrañamente optimista. Compré un periódico y me metí en un bar llamado Silver tits para tomarme un par de whiskis antes de la hora de comer. Hice un par de llamadas desde la cabina por otros asuntos que tenía entre manos y me planté en la barra. Dejé el sombrero a un lado y me encendí un cigarrillo. El camarero, un ruso con pinta de irlandés, se acercó.

— ¿Qué va a ser, amigo?

Le miré directamente a los ojos. Era un tipo repulsivo. Una mezcla mal echa de un buho y un oso. Me acordé de una vez que fui con unos amigos a un circo de fenómenos que llegó al pueblo. Este tipo se parecía enormemente al increíble hombre ladilla.

— Un whisky.

— ¿No es un poco temprano para una bebida tan fuerte, amigo?

— Póngame el whisky.

— Mire que le puede sentar mal, amigo — y me puso una mano en el hombro.

Le cogí de las solapas.

— Mira, amigo. Primero, deja de llamarme amigo. Segundo, tomaré lo que me venga en gana a las horas en que me venga en gana. Y tercero, vuelve a tocarme y tendrás que aprender sorber pajitas por el culo para poder tomarte la sopa.


Le dejé ir. Sin volver a dirigirme la palabra me sirvió la bebida y dejó la botella. Le agradecí el gesto con mi más absoluto silencio.

Entretuve el tiempo leyendo el periódico. Nada interesante. Forajidos en el Savoy. Me hacían gracia estas películas de detectives y gansters. Aunque tenía que reconocer que por una mujer como Ava Gardner yo también cometería algunas estupideces. En el Rex hacían El fantasma y la señora Muir, con ese prodigio llamado Gene Tierney.

 Sí, cabrón  le dije a Dios , a veces haces las cosas bien.


El resto del diario era la esperada sarta de mentiras y la típica sucesión de corrupciones, asesinatos, violaciones, desmembramientos, abusos, canibalismos, zoofilia consentida y suiciods dentro de picadoras de carne industriales. Sin embargo, una noticia me llamó poderosamente la atención. En grandes titulares se anunciaba la compra de Tejidos Baker por parte de David Garfield. Aparecía en la foto elegantemente vestido dando la mano al bueno de Jeff Baker. Conocía la historia de Baker y sabía que por nada del mundo habría vendido el negocio familiar que con tanto esfuerzo había fundado su abuelo después de meses exterminando indios, cuaqueros y otras alimañas. Pero también conocía bien la historia de David Baker y conocía el tipo de argumentos que utilizaba cuando alguien no aceptaba su primera oferta. Sonreía a la cámara con una sonrisa casi infantil y se le veía dando una congelada palmada en el hombre de Baker. En un segundo plano, pero no con menos protagonismo, podía verse a su esposa Monique. Su fría mirada atravesaba la página del diario. David… con su cara de niño bueno… Monique con su cara de zorra agusanada… Los muy cabrones lo estaban consiguiendo.

Cerré el periódico intentando recuperar mi buen humor. Me llené el vaso y encendí un cigarrillo. Tenía que reflexionar sobre todo lo que me había contado Adriana. Sonreí al recordar a la muchacha. Menuda lengua. En todos los sentidos.


La dueña del negocio era una tal Ann Cummings, una mujer enorme e idiota que se creía una reencarnación femenina de Rockefeller. Con ella trabajaban dos personas. Anthony Lorre, abogado y como buen representante de esta especie, un chulo pagado de sí mismo que presumía de tener entre las piernas la octava maravilla del mundo.

 Y la verdad es que no es para tanto. Es uno de esos pesados que se han leído cuatro libros y lo hacen todo de manual. Tantos minutos con una teta, tantos con la otra, ahora una caricia… aburrido.

 ¿Y quién más trabaja?

 No hables… la lengua donde tiene que estar… ahh… sí… perfecto… Luego está la aburrida de Christine Davis. Una niñata con tanto pecho como cerebro, o sea ninguno. Es la secretaria personal de la sraaaaaaa… ¿cómo puedes ser tan malo? … Cummings. Tiene toda su confianza. Y luego está el sobrino. George no se qué… No se le conoces más vicios que la ópera y el cine, ni novias, ni novios, absolutamente nada… lo único que he podido sacarle es que un día de estos abrirá un local de jazz… aburrido…

 ¿Quién yo?

 No… tú eres muy simpático. Ahora por atrás. Aparta las escobas si te molestan. Así… uff… me encanta. Lo mejor de todo es que la odian.

 ¿Quién la odia?

 Todos. Y no me extraña. Es idiota. Y rica. La peor combinación. Pero no hablemos más y pégame un poco.

Adriana me contó más cosas. Por ejemplo que el sobrino no trabajaba directamente con Ann aunque se encargaba de varios de los asuntos de la oficina. Y que aunque nunca lo hubiera dicho, odiaba profundamente a su tia. Y pese a ser tan simpático con los otros dos, ella creía que en verdad los despreciaba. Y que Anthony Lorre iba mal de dinero por unas deudas de juego y por dos ex mujeres. Que Christine parecía una mosquita muerta, pero ella la había visto montárselo con dos tipos en una fiesta de la oficina, aunque estuviera casada. Y que Anthony Lorre y Christine estaban liados.

 ¿Y tú cómo lo sabes?

 Porque me gusta mirar. ¿A ti te gusta mirar?

 Sí.

 Pues mira lo que sé hacer sin utilizar las manos.


Me serví otro vaso. Quizá sí que volvería a llamar a Adriana. No solo por lo flexible que era, sino porque había hablado bien y estaba medio convencido que un día podría considerarla una amiga. Y por lo que me había dicho, este caso estaba casi cerrado. No era muy difícil sumar dos más dos aunque a Betty está pregunta le costó tres semanas. Por fin un caso fácil, un caso sencillo que me permitiría pagar mis deudas a los catalanes. Había llegado a mis oídos que éstos empezaban a ponerse nerviosos.

1 comentario:

Mara Oliver dijo...

Jejeje, cuando creía que me habías hecho un fundido a negro con el sexo, me has regalado es extraño flashback, jejeje, :P y el puntito de Gene Tierney, mmm... :P tengo ganas de volver a ver esa película, llevo aaaños sin verla, la tenía en beta, hazte una idea :S a ver si la busco.
Y eso, que en septiembre sigo con lo de septiembre, como si fuese este septiembre ;)
besotes!!